Comentario
La única iniciativa urbanística de los reyes visigodos que conocemos parcialmente es la de la ciudad de Recópolis. Decidió su construcción Leovigildo en el año 578 y le dio el nombre de su hijo y futuro sucesor, Recaredo. Las ruinas de Recópolis se encuentran en el Cerro de la Oliva de Zorita de los Canes (Guadalajara), según la identificación tradicional, que no cuenta con otras confirmaciones documentales o epigráficas, pero ofrece un panorama arqueológico bastante coherente. El propósito de Leovigildo se puede interpretar como un deseo de emulación de las iniciativas imperiales bizantinas, en el momento de consolidación de la monarquía independiente en Toledo. Según la crónica de Juan de Bíclaro, un godo arriano contemporáneo de Leovigildo que se pasó al catolicismo, abad del monasterio biclarense, obispo de Gerona y admirador de la obra de este rey a pesar de haber sufrido el destierro por su nueva fe, la fundación de Recópolis estaba destinada al descanso del pueblo visigodo, una vez vencidos todos sus enemigos en la Península, y el rey le otorgó privilegios a sus pobladores y la dotó de murallas y otros edificios admirables.
En la meseta del Cerro de la Oliva, se reconocen las huellas de la fortificación, adaptada a los bordes de la eminencia natural. La muralla se compone de un lienzo de unos dos metros de anchura formado por piedras más gruesas y careadas en los lados y un relleno de piedras menores y mortero en el interior; las torres están separadas a trechos de unos treinta metros y tienen forma casi cuadrada, con mayor proyección hacia el exterior que hacia el interior; se completa el sistema con un antemuro separado cinco metros del lienzo principal.
En el lado norte del Cerro de la Oliva se forma una plataforma alargada, a modo de acrópolis, en la que las excavaciones han puesto al descubierto un edificio de 133 metros de largo por 13,5 de ancho, formado por dos muros paralelos y una hilera central de pilares cuadrados; no se conoce su destino, aunque se le aplica el nombre de palacio por su posición eminente y su aspecto de construcción pública; el muro sur, que mira hacia el interior de la ciudad presenta a trechos unos salientes o contrafuertes semicirculares. Al oeste hay otro cuerpo de construcción semejante, perpendicular al primero y que parece enlazar con la zona eclesiástica en la que se encuentra la basílica.
La basílica de Recópolis fue excavada entre 1944 y 1945 por Juan Cabré, quien encontró allí un escondrijo de monedas, en el que las más modernas corresponden precisamente al momento del reinado de Leovigildo en el que se sitúa la fundación de la ciudad. El edificio tiene la planta en forma de cruz latina con brazos de 32 y 24 metros de longitud; la capilla mayor es cuadrada al exterior y semicircular al interior, abierta a la nave en todo su ancho; los brazos laterales de la cruz parecen formar dos capillas o alas independientes, con puertas pequeñas hacia las salas que flanquean a la nave principal. A los pies de la iglesia se reconocen las huellas de tres pares de basas de columnas que corresponden a la puerta exterior y a las entradas hacia las salas laterales, de las que la del lado norte comunica con el baptisterio. De acuerdo con las medidas de los planos publicados, la profundidad de la capilla mayor y de las dos alas es de ocho metros, al igual que la anchura de la nave principal, pero la conservación de los muros a muy poca altura y la falta de una interpretación moderna de los datos de las excavaciones, impiden precisar mejor el uso de la unidad de medida de ochenta centímetros, que parece la empleada en las grandes dimensiones.
No se puede precisar cuál sería la organización interior de la iglesia; la anchura de ocho metros parece excesiva para una bóveda, y una armadura de madera necesitaría apoyos intermedios; entre los restos procedentes de la iglesia hay un cancel calado con pilares laterales que formaría parte de los antepechos del coro, pero no se puede establecer su posición original. Es probable que la superposición de la iglesia románica que cubre la cabecera de la basílica y los saqueos sufridos desde época musulmana hayan eliminado todas las huellas de las columnas interiores.
El mayor interés de estas ruinas de Recópolis es el de proporcionar un elemento comparativo sobre el alcance y extensión que podía tener una iniciativa regia en época visigoda, así como documentar con una fecha precisa un edificio en el que es ya evidente la estructura en forma de cruz, de origen bizantino, aunque no se haya podido definir aún con claridad el ámbito destinado al coro en el crucero, ni si éste tenía ya un tratamiento concreto como elemento arquitectónico.
En cuanto al edificio civil y la muralla, se presentan como las únicas muestras de su género, hecha excepción de las fortificaciones de Puig Rom, cerca de Rosas (Gerona), descubiertas en 1940 y objeto ahora de nuevas investigaciones. Es de esperar que en los próximos años se den a conocer los resultados de excavaciones que podrían ampliar mucho este panorama, especialmente las de la zona levantina, aunque en ese área siempre se mantienen claras diferencias por su mayor relación con Francia, Italia y los territorios bizantinos africanos, por lo que se apartan del ambiente estrictamente visigodo del interior de la Península.